Translate

viernes, 12 de junio de 2020

El Diablo y la cama

Eran las 3 de la mañana y no podía dormir. Había estado bebiendo durante toda la noche. Ella se había ido hacía un par de días, dejándome solo en aquella vacía y triste habitación. Estaba borracho y decidí irme a dormir. Cerré mis ojos y me dejé llevar por el sueño y el vino. Fue un breve lapso de tranquilidad. De repente, sentí algo en el borde de la cama. Abrí mis ojos y una figura misteriosa se apareció desde la oscuridad. Era un hombre. Me miraba fijamente y yo a él. Sentí miedo y un escalofrío amargo recorrió mi espalda.

- Yo puedo ayudarte. – dijo él.

- ¿Ayudarme? – le pregunté, aterrado.

- Sí, yo puedo ayudarte a cumplir tu sueño.

- ¿Mi sueño?

- Sí, esa mierda de ser escritor. Yo puedo ayudarte con eso.

- Necesito dormir…

- Puedo ayudarte con eso también.

- ¿De qué estás hablando?

- Puedo darte fama y fortuna. La vida que siempre deseaste, sólo debes pedirlo.

- ¿Quién sos?

- ¿Cómo que quién soy? Soy yo, tu viejo amigo, Satanás.

- No, eso es imposible. Yo no tengo amigos.

- Te conozco, Leo. Conozco todos tus secretos. Eso no hace casi amigos.

- Pero yo no te conozco.

- Por favor, Leo. Todos me conocen.

- ¿Qué querés de mí?

- Quiero tu alma, nada más.

- ¿Para qué querés mi alma?

- Necesito seguidores.

- ¿Para qué?

- Para hacerme más poderoso. La vida se trata de eso. Pero tranquilo, no va a pasarte nada. Te ofrezco la oportunidad de mejorar tu vida a cambio de algo en lo que ni siquiera crees.

- ¿Cómo sé que puedo confiar en vos?

- ¿Qué más te queda, Leo?

Me quedé pensando en lo que me quedaba. Nada.

- Eso es verdad. – dije.

- ¿Qué decís?

- ¿Sobre qué?

- Sobre el trato.

- La verdad es que no me sentiría bien conmigo mismo si triunfo por un simple pacto con el diablo, ¿me explico?

- Te entiendo.

- Eso sólo confirmaría mi falta de talento. Yo creo que tengo algo para…

- Todos creen tener talento, Leo. La verdad es que todo es un truco publicitario.

- Me aterra la idea de pensar que nunca voy a llegar a nada si no fuera por vos.

- Yo te estoy ofreciendo la oportunidad de triunfar.

- Tal vez debería dedicarme a otra cosa.

- No, para eso naciste. Ahora llegó tu oportunidad. La oportunidad de que te reconozcan.

- No sé…

- Esta noche pensaste en el suicidio, ¿no es así?

- ¿Cómo sabes eso?

- Lo sé todo, Leo. Te conozco. ¿A dónde crees que vas a ir a parar si te suicidas?

- No sé.

- Vas a ir a parar a mi casa.

- Escuché que el infierno no es tan malo.

- Claro que no. Pero lo que yo te estoy ofreciendo es una despedida, una gran despedida.

- Siempre quise ser escritor y poder vivir de eso, pero…

- Tal vez así puedas recuperarla.

- ¿Recuperarla?

Pensé en sus palabras. Medité su propuesta unos segundos. No había nadie más allí. Estábamos solos. Éramos él y yo.

- ¿Cerramos el trato? – dijo, extendiendo su mano.

Estreché su mano y sentí frío, un frío que recorrió mi cuerpo. Sonrió y desapareció en la penumbra de la noche.

A la mañana siguiente desperté y pensé en lo que había pasado. Me alegré de que todo haya sido un sueño. Entonces se me ocurrió escribir un cuento sobre un tipo que hacía un pacto con el diablo. En medio de todo eso, alguien golpeó la puerta. Abrí. Era ella. Había vuelto. Me besó y nos abrazamos. Hicimos el amor y me quedé viéndola. Era real.

Decidí volver al cuento. Mientras escribía me pregunté si todo aquello podría haber sido real. Tal vez aquella criatura era sólo un producto de mi imaginación, pensé. ¿Seremos capaces de moldear nuestro propio destino para que las cosas sucedan exactamente cómo queremos?

Pensé y pensé, mientras terminaba de escribir la última frase.