Sangre
Otra habitación oscura en otro hotel barato.
Mi memoria no es clara. Mis recuerdos se van desvaneciendo a medida que las noches me alcanzan. Soy una antigua leyenda urbana, un murmullo en el viento, un susurro en las oscuridades de los lugares más recónditos de un mundo olvidado. Me oculto en las sombras, en sitios olvidados por una sociedad a la que nunca pertenecí. A veces me nombran como un rumor, como un personaje de algún cuento fantástico, como un mito. Pero, la mayoría de las veces, prefieren no hablar de mí.
Recuerdo haber nacido hace ya mucho tiempo. La memoria me falla de vez en cuando, o tal vez sea el whisky. Demasiado whisky. Demasiadas resacas. Demasiados golpes. No estoy seguro. La verdad es que ya no estoy seguro de nada. El mundo me ha convertido en un escéptico.
Sigo siendo un hombre a pesar de las cosas que me tocó vivir, pero no recuerdo la última vez que fui un buen hombre. No soy una buena persona. Lo tengo claro. Tampoco me importa serlo. Nunca lo seré. Ya no hay vuelta atrás. Sé cuál es mi lugar, sé qué es lo que debo hacer y lo hago bien. Soy el mejor, y ellos lo saben. Por eso vienen por mí.
Intento pasar desapercibido y logro conseguirlo. Pero los problemas me siguen como las pulgas siguen a un perro malherido. No puedo ocultarme por siempre. Es necesario ensuciarse las manos para sobrevivir en este mundo de mierda. Y eso hago. Me ensucio. Aunque tengo el presentimiento de que puedo perderme entre tanta suciedad. Sé que, muy dentro de mí, sigo siendo aquel que alguna vez fui, pero a veces no me reconozco. Estoy condenado al abismo de mi propia naturaleza.
He venido a este pueblo miserable en busca de mi próxima presa. Estoy cerca. Puedo sentirlo. Habitaciones oscuras de hoteles baratos. Botellas de whisky vacías a mí alrededor, como cadáveres, mirándome, derramadas, apagadas. Ceniceros bombardeados de colillas de cigarrillos exprimidos entre las cenizas. Una cama revuelta. Tal vez alguna prostituta, o tal vez no. Una ventana que deja entrar un pequeño rayo de luz de otro puto día soleado. Luego oscurece y debo salir de allí para no volverme loco.
Llevo más años de los que quisiera viviendo aquella vida. La verdad es que no sé hacer otra cosa. A veces sueño con una vida normal, con una buena mujer, con una cabaña en las montañas y un trabajo decente, pero aquello se desvanece con el primer atisbo de realidad que golpea mi mandíbula. Mierda, si he recibido puñetazos de esos. Pero es lo que soy, un viejo peleador de la vida.
El dinero no sobra, pero no soy un hombre avaro. Me alcanza con muy poco. Perdí el interés en el dinero hace tiempo. Sin embargo, siempre sale algún que otro trabajo. Eso pasa cuando terminas siendo uno de los pocos que quedan en el negocio. La gente me busca por mi olfato y yo los busco por aburrimiento, quizás, y los encuentro. Siempre los encuentro.
Después de un par de tragos, decidí continuar con mi objetivo. Salí de aquel bar apestoso y me dirigí al único hotel de la zona. Un nido de ratas, pequeño y descuidado.
Otra habitación oscura en otro hotel barato.
Puedo olerlo.
Sangre…
Continuará...