la vista es nula,
las palabras brotan
como hormigas,
y los pensamientos
se van quedando ciegos,
sordos, mudos.
El rincón
de una habitación barata,
de algún barrio sin nombre
puede convertirse
en una buena compañía
a la hora señalada,
y una buena compañía
puede convertirse en polvo
en cualquier momento.
Un impertinente rayo de sol
se abre paso
por la ventana,
y, sin pedir permiso, me golpea,
me indica que todavía sigo vivo,
que no escaparé tan fácilmente de todo,
ni de la lluvia de la tarde,
ni la densa niebla de la noche,
ni de nada.
Y por las tardes
siento la nostalgia de otro día perdido,
de otro día pasado,
y me pesa,
cómo me pesa...
... la tarde de domingo
envuelve mis entrañas
ahorcando mi alma
y llevándome directo a la lona,
y a veces caigo,
pero siempre me levanto,
aunque también
suelo preguntarme
hasta cuándo
seré capaz de hacerlo.
Por las noches no se ve
y la oscuridad es más lúgubre,
y los pensamientos más ruidosos,
y la soledad más cruel
y el veneno de tus palabras
me sigue torturando
sin piedad,
sin descanso,
sin sentido.
Sé que ya no te importa
lo que diga,
mucho menos lo que escriba,
pero quiero decirme
a mí mismo
que todavía queda algo
de aquel tipo simple
que alguna vez fui
y que sonreía
sin motivo,
sin intereses,
sin pena ni gloria,
sin razón,
pero con el corazón
y sin memoria.
Germán Villanueva