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miércoles, 2 de septiembre de 2020

El Pacto



Rafael era un hombre apático, antisocial y solitario. Desde siempre le gustó leer y admiraba a autores como Hemingway y Kafka. No era un buen estudiante, pero un día decidió convertirse en escritor. Escribió su primera novela a la corta edad de 17 años. Sus padres no lo apoyaban con su arte. Su padre, al leer su novela, le dijo que primero tendría que terminar el colegio y luego conseguir un trabajo y una vez que se haya ido de casa podría hacer lo que se quisiera con su culo. Pero ahí no terminó la cosa. Ese mismo día, el padre de Rafael, quemó su novela frente a sus ojos. Rafael, en un ataque de locura, se abalanzó sobre su padre y lo golpeó hasta casi matarlo. Su madre lloraba y gritaba. Más tarde, Rafael escapó de su hogar para no volver jamás.

Durante varios años, Rafael estuvo trabajando en lugares miserables por poco dinero. Siempre renunciaba o lo echaban, aunque casi siempre lo echaban. Poco a poco se fue convirtiendo en un borracho y vagabundo. Comenzó a frecuentar un bar del cual siempre lo echaban por sus comportamientos, a veces violentos y otras veces por no tener dinero para pagar las bebidas, sin embargo, cada vez que entraba al bar, lo recibían como si nada hubiera pasado. Ahí estaban sus amigos, sobre la barra, pegados a la botella.

Una noche, Rafael se encontraba sobre la barra, tomando whisky, cuando una mujer se acercó a él. La mujer era una rubia teñida, llevaba unas botas altas, medias de red, una falda corta, una musculosa con un amplio escote y su cara estaba cubierta de maquillaje barato. Sus tetas parecían estar por salirse en cualquier momento. Era un espectáculo interesante de ver.

- Hola – le dijo.

- Hola. – dijo Rafael, mirando sus tetas.

- ¿Estás solo?

- Sí.

- Me llamo Natalia ¿y vos?

- Rafael.

- ¿Querés acompañarme a mi departamento?

- Está bien.

“¿Qué puedo perder?”, pensó Rafael. Cuando llegaron a su departamento, la mujer habló.

- Ponete cómodo. – le dijo.

Rafael se quedó mirándola, mientras ella se desvestía lentamente.

- Sos prostituta, ¿no?

- No, mi amor, me enamoré de vos.

Rafael rio.

- Serían 80 euros la hora.

- Está bien.

Natalia se quedó esperando el dinero.

- ¿Y? – dijo.

- Es que… no tengo plata.

- Entonces no hay fiesta, querido.

- No, por favor. Necesito hacer esto antes de morir.

- ¿Cómo?

- La verdad es que quiero matarme, soy un suicida pero no quiero morir sin tener sexo.

- ¿Sos virgen?

- Sí. – confesó el muchacho, avergonzado.

Natalia se quedó perpleja ante la confesión del joven y se apiadó de él. Primero bebieron un trago y luego ella tomó las riendas de la situación. Lo recostó sobre su cama y le sacó la ropa, lentamente. Esa noche Rafael dejó de ser virgen y se quedó con Natalia.

- ¿Ese es tu verdadero nombre? – le preguntó Rafael a su acompañante.

- Sí. – respondió ella muy segura – No tengo nada que ocultar.

A ella le gustaba él y a él le gustaba ella. Se quedaban en la cama durante horas, hablando y teniendo sexo y acariciándose los cuerpos. Rafael finalmente había encontrado un lugar en el que se sentía bien, se sentía cuidado y, sobre todo, amado. Pero las cosas buenas no suelen durar mucho tiempo. Eso sería una gran lección para el joven Rafael. Natalia seguía con su negocio, a pesar de que Rafael le pidió miles de veces que lo dejara, diciéndole que la amaba y que la quería sólo para él. Ella le dijo que eran pobres y alcohólicos y que nada más podían hacer. Después de cada discusión ella volvía a las calles y Rafael al bar. Una noche, en medio de una discusión bastante intensa, Rafael la golpeó y al darse cuenta de lo que había hecho decidió irse de allí para siempre.

Rafael volvió a vaguear por las calles y los barrios y las ciudades. No había olvidado su sueño de convertirse en escritor algún día, pero las editoriales lo ignoraron durante años. Hasta que un día se vio al espejo y se dio cuenta que los años habían avejentado su rostro y destrozado sus sueños. Jamás había logrado nada. Las mujeres iban y venían, como los trabajos de mierda y las habitaciones minúsculas, pero el amor jamás volvió a llamar a su puerta. La vida es dura y Rafael aprendió a los golpes. Sin darse cuenta se convirtió en uno más, otra pieza de aquella maquinaria que suele reducir a los hombres a lo más bajo, incluso a grandes hombres como Rafael.

Ya nada tenía sentido para él. Rafael cayó en una depresión profunda e intentó suicidarse varias veces, pero siempre se arrepentía a último momento. Aunque se sentía totalmente abatido, siempre guardó una mínima esperanza en lo más profundo de sus ambiciones.

Un día consiguió un trabajo y logró instalarse en un departamento barato en un barrio no muy amistoso, pero eso no le importaba a Rafael. Cuando llegó pudo notar que tenía un vecino un poco raro, un tipo parecido a él, solitario y misterioso. Lo veía cada tanto y éste lo miraba, pero no le decía nada y su mirada era escalofriante. Una noche, el tipo éste se le acercó a Rafael en un bar.

- Hola – le dijo.

- ¿Qué tal?

- Yo te puedo ayudar.

- ¿Qué?

- Sé que sos un hombre desdichado – le dijo.

Rafael se quedó mirándolo sorprendido.

- … Sé que sos un suicida y ya nada tiene sentido para vos.

- ¿Cómo es que…?

- Me llamo Belcebú, pero me dicen el señor de las moscas. – dijo el tipo.

- Ah… bueno yo soy…

- Rafael, ya sé.

- ¿Cómo mierda sabes todo eso?

- De donde yo vengo, no nos dejan interferir en la vida de los vivos, pero vos no pareces muy vivo que digamos.

- Puede ser.

- Yo te puedo ayudar.

- ¿Cómo?

- Un pacto.

- ¿Un pacto?

- Sí, un pacto. Me das algo simple como tu alma y yo te concedo un deseo.

- ¿Cómo es eso?

- Acá no puedo hacer nada, pero si seguís las instrucciones necesarias, tal vez podamos concretar el pacto.

- ¿Qué instrucciones?

El señor de las moscas le dio a Rafael un papel con instrucciones para “El Pacto”.

- Una vez que hagas eso – dijo el tipo – nos volveremos a ver.

Rafael se quedó dormido sobre la barra del bar. Cuando despertó se dio cuenta que tenía una papel en su mano, eran las instrucciones del pacto. Pensó que todo aquello había sido sólo un mal sueño, arrojó el papel a la basura y decidió volver a su casa.

Al día siguiente, despertó en su cama y, sobre la mesa de luz, estaba el papel que le había dado aquel misterioso tipo. Se sorprendió al verlo de nuevo y lo leyó…



El Pacto



Primero que nada, has de saber que vives en un universo creado y regido por Dios, y que por lo tanto, contrario a lo que se piensa, el duque de las tinieblas no puede interferir de ninguna manera en el mundo, a menos, claro, de que cumplas con una serie de requisitos que lo ayuden a presentarse ante ti.

Tendrás que empezar por hacer tu ritual en un día en el que los infiernos sean más cercanos a la tierra. según el libro grimorio de las 7 llaves de Salomón, estos son el día de la asunción de nuestra señora, la víspera de san juan bautista y el primer día de pentecostés; sin embargo, también puede ser intentado los días 4 de cada mes, si se sacrifica a un gallo negro 12 horas antes de comenzar el rito. Independientemente del día en el que decidas invocar al oscuro, tendrás que iniciar el pacto entre las 3 y las 5 de la mañana, pues a esa hora la frontera con el infierno se hace más corta.

Dicho esto, para comenzar el ritual, deberás colocarte en una habitación totalmente a oscuras y con el suficiente espacio como para dibujar un círculo de buen tamaño…



El pacto seguía así y decía muchas cosas más del mismo estilo…



Si tu círculo de invocación está completado, procede a rezar las siguientes palabras:

Pater nostre Satanus, sanctificetur nomen Tum. fiat voluntas tua, sicut en infernus, et en terra. Et que nos inducas in tentationem, sed libera nos, au pater lucifer benditum.



Si has dicho correctamente la oración satánica, y has seguido bien los pasos del ritual, los 7 círculos que has dibujado con cobre y carbón, se han de prender en fuego color blanco en señal de que el lord Luzbel te ha escuchado. Cabe destacar que si has llegado a éste punto, has perdido totalmente el apoyo de Dios, y este ya no te ayudará de ninguna manera cuando te juzgue el demonio.

Te darás cuenta de que el fuego del círculo no quema, más bien te hace sentir una paz interior que te obligará a cerrar los ojos por unos momentos. Cuando vuelvas la vista, verás frente a ti a uno de los demonios mayores del infierno, y a manera de guardaespaldas, a dos demonios menores a su lado. Esto es debido a que satanás no tiene el tiempo de venir al mundo para cerrar un pacto con un simple mortal, por lo que manda a uno de sus sicarios para hacer el trabajo. Sus favoritos para este tipo de tareas, son Belcebú el señor de las moscas, Leviatán, o Mefistófeles.

Aunque sentirás en ese momento una extrema seguridad y paz interior, has de obedecer a lo que te diga el sicario de la Bestia, y permanecer con la cabeza hacia abajo, sin mirarlo a los ojos, pues los demonios son seres orgullosos y caprichosos, y se enfurecerán rápidamente si osas ponerte a su nivel.

Empezarás a escuchar una especie de cánticos, parecidos al sonido que producen las ballenas, no debes asustarte, pues es la voz del demonio, y comprenderás lo que dice después de unos cuantos segundos de oírlo hablar. Te hará una serie de preguntas tales cómo, ¿cuál es tu nombre? y, ¿qué día viniste al mundo? Has de responder a estas preguntas con toda la verdad, pues si lo haces, llegarás al momento esperado. El demonio te preguntará, ¿cuál es tu deseo?

Debes saber que al ser criaturas bajo la mano de dios, no podrás pedir nada que intervenga con la vida de cualquier ser humano. Esto es por ejemplo, pedir el amor de una persona, o su muerte; sin embargo, estarás habilitado de desear cualquier cosa en el mundo del saber, de lo material, y sobre tu propia persona. Esto podría ser, riquezas, fama, el conocimiento total, o incluso tu propia muerte, si eso quieres. Recuerda que, aunque ya no hay marcha atrás, el precio del trato será tu alma.

Una vez que formules tu deseo, el demonio pondrá uno de sus dedos sobre tu corazón, y te extraerá una gota de sangre. Luego, colocará su dedo en tu frente y te pondrá a dormir. El ritual habrá acabado.

Despertarás exactamente 24 horas después, y verás cómo poco a poco, tu deseo se irá cumpliendo, hasta que, en 112 días como máximo, estará realizado.





Parecía algo bastante serio, pensó Rafael, luego rio y estrujó el papel entre sus manos volvió a arrojarlo a la basura. Decidió salir al bar de siempre a tomarse un trago.

Cuando volvió esa misma noche, encontró el papel intacto sobre su cama. Rafael se asustó y decidió abrir una botella de vino. Al terminarla, se quedó dormido y soñó con ser escritor, el mejor escritor del siglo. Al despertar, vio el papel y sabía lo que debía hacer.

Siguió todos los pasos y llegado el momento, apareció Belcebú, el señor de las moscas, frente a sus ojos.

- Veo que me has hecho caso. – le dijo el demonio.

- Sí.

- Rafael, ¿qué día viniste al mundo?

- El 6 de junio de 1966.

- ¿Cuál es tu deseo?

- Deseo ser el mejor escritor del siglo, el más famoso de todos y el más rico.

- Lo sabía…

Sintió el dedo del demonio en su corazón y cómo éste extrajo una gota de sangre de su pecho y luego, lo puso a dormir.

Al despertar, Rafael se encontró sobre la barra del bar. Tenía el papel con las instrucciones para el pacto en su mano derecha. “Fue sólo un sueño”, pensó.

Esa misma noche, al llegar a su viejo departamento, se tiró en la cama y durmió durante horas. Jamás había dormido tanto.

Así pasaron los días y las noches. La vida seguía. Del trabajo a la casa, de la casa al bar, del bar a la casa. Todos los días la misma rutina. Decidió escribir un cuento corto sobre su sueño con el demonio. Al día siguiente lo mismo. Del trabajo a la casa, de la casa al bar, del bar a la casa. Rafael se había rendido ante el sistema que lo había puesto de rodillas aplastando sus esperanzas.

Una madrugada, se encontraba Rafael sentado sobre su cama, pensando y dándole vueltas al asunto. Se fumó un cigarrillo y luego otro y bebió más cerveza. Entonces contempló la página en blanco y pensó: “Supongo que depende mí”.

Y de nadie más.