tampoco yo,
de la triste
realidad
de una historia
que terminó
antes de empezar,
porque no somos nada
sin emociones,
porque los finales tristes
también
son románticos
y lo que proyecta
un futuro incierto
nos apasiona,
nos ilusiona,
nos sorprende.
Todavía no soy tan viejo
como para dejar que
la vida me sorprenda
porque el valor de las cosas,
esas cosas
que valen la pena recordar,
a veces nos pone contra las cuerdas,
obligándonos a elegir,
pero no tuvimos que elegir,
o elegimos no elegir,
porque no le dimos lugar,
a esa historia
que terminó
antes de empezar.
Y no estuvo bien,
no estuvo mal,
así lo decidimos,
ignorando lo que nos pasó,
engañando a nuestros corazones,
y dejando todo atrás,
el momento,
el lugar,
un café.
Y no puedo evitar
lamentarme
de que sólo nos quede
esa pregunta de mierda
que jamás creímos
que llegaría
pero llegó...
¿qué hubiera pasado?
Germán Villanueva
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